miércoles, 3 de noviembre de 2010

LOS PARRA DE MÓNICA

En la Feria del Libro

LOS PARRA DE MÓNICA

Escribí este comentario provocado por la lectura de Yo, Violeta,

una biografía novelada por Mónica Echeverría,

para una lectura en el Salón de las Artes

de la Feria Internacional del Libro en la Estación Mapocho.

Mi experiencia en ferias del libro había quedado petrificada en esas que hace muchos años organizaba Héctor Velis Meza con Patricia, que era de la Cámara del Libro, en la plazoleta del Parque Forestal, frente a lo que entonces era la Escuela de Bellas Artes. En aquel tiempo, si uno debía hacer una ponencia, la estudiaba y presentaba esperando el diálogo con los pocos asistentes, que jamás pasaban de ser unas doscientas almas. Gracias a Mónica, que me invitó a presentar su libro, pude apreciar en directo la última Feria Internacional del Libro en la Estación Mapocho, donde cientos, talvez miles de personas, la mayoría vestidos tal como se supone visten los intelectuales: hombres sin corbata, ojalá con jeans y anteojos; mujeres de pantalón, camisas o túnicas sueltas, grandes zapatos con apariencia de zuecos y mirada próxima, pero al mismo tiempo distante.

Yo había preparado una ponencia que trataba de ubicar la obra de los Parra dentro de la poética nacional. Talvez a causa de la búsqueda de identidad que ha provocado el Bicentenario, la obra de Violeta y sus hermanos ha cobrado particular difusión por estos días: Andrés Wood filma una película, Violeta se fue a los cielos, basada en el libro escrito por su hijo Ángel, y proliferan artículos y comentarios sobre ella, además de este Yo, Violeta, la biografía novelada, escrita por Mónica.

Al nacer Violeta, en 1917, ya habían ocurrido las tres revoluciones que dieron origen a la gran poesía chilena: Pedro Prado había publicado en 1906, Flores de Cardo, unos poemas que liberaron la poesía nacional de las petrificadas formas heredadas de la literatura europea, provocando, como resume Jorge Teillier, “el quiebre del verso libre”. En 1916, Pablo de Rokha había dado a luz sus Versos de Infancia, que proponen el uso del lenguaje popular en la poesía, recogiendo palabras supuestamente antipoéticas, tradicionalmente despreciadas por los poetas anteriores. Y, como si fuera poco, ese mismo año, Vicente Huidobro, el antipoeta y mago, edita El Espejo de Agua, donde transforma el mundo por la imagen y la palabra llega a significar más por su sonido que por su sentido.

Las tres revoluciones poéticas araron surcos para sembrar y tuvieron profunda repercusión no sólo en la poesía, digamos selecta, publicada con posterioridad, particularmente la obra de la Mistral y Neruda. Conciente o inconcientemente, también parecen haber inseminado al folklore, abriendo paso al cúmulo de impresiones y expresiones artísticas que pasan a formar parte de los cimientos de la obra de Nicanor y sus hermanos.

Violeta nace el 3 de octubre de 1917, a las 22:40. La fecha corresponde al signo de Libra, aunque creo que a ella le importaba un bledo, y si en algo lo hacía era para asegurar que su signo real era el opuesto, Aries, como correspondería en este hemisferio sur, que según algunos y en relación a la galaxia, sería el de arriba. Pero podemos suponer que prefería el calendario mapuche, que sitúa el Año Nuevo donde debe estar, justo al comenzar el invierno, recordando así que ella había nacido en primavera, como corresponde a una ariana.

Anotemos de paso un hecho curioso, que parece más que una simple coincidencia. La familia Parra produce al menos cuatro individuos de genio: Nicanor, Violeta, Eduardo y Roberto, a Carlos nunca lo he visto en sus performances de tony, pero no es aventurado suponer que se trate también de un individuo genial.

Mientras los Parra crecían en la provincia, Los Diez creaban las primeras obras de un arte propiamente chileno. Prado rompía con la tradición poética, pero se requeriría de la generación siguiente, encabezada por Neruda y la Mistral, para alcanzar el nivel que hizo famosa en el mundo entero a la poesía chilena. Recordemos también que el arquitecto Julio Bertrand se aleja en sus últimos diseños de la arquitectura guiada por criterios europeizantes, mientras la obra pictórica de Juan Francisco González, también de Los Diez, propone las composiciones más originales de la plástica nacional, y probablemente mundial, al suprimir el centro focal.

El desarrollo de una música propia, tardó en cambio, al menos una generación. Las notables composiciones de Alfonso Leng y Acario Cotapos, ambos confesos miembros del grupo, podrían haber sido creadas en cualquier país de tradición europea, tanto que alguna crítica francesa afirma de Cotapos era griego.

Los Parra seguían en la provincia cuando sobrevino el primer gobierno de Carlos Ibáñez, conocido popularmente como “la dictadura de Ibáñez”, cuya consecuencia para los hermanos, fue la cesantía de su padre, un profesor primario que prefería identificarse como músico. Era el jefe de familia y con su cesantía les cayó encima la pobreza.

Violeta escribe:

“Fue tanto la dictadura

que practicó ese malvado,

que sufr’el profesorado

la más feroz quebradera”.

Y Eduardo Parra canta:

“General y Comandante

son los que mandan ahora

mi padre jamás implora,

es un cantor orgulloso

pa’colmo tuberculoso”.

Ambos ensayaban un estilo perdurable, que más tarde evolucionaría hasta la cueca brava, la tonada, el bolero, incluso la rumba.

Pero tuvimos que esperar hasta mediados del siglo pasado para que Roberto Falabella en la música docta y Violeta en la popular, produjeran composiciones con claro raigambre nacional. Algunos recuerda que ambos compositores se reúnen con alguna frecuencia en la casa donde vivía Falabella en Las Cruces. De hecho, se rumorea que fue allí donde Violeta habría cantado por primera vez su Casamiento de Negros.

Mientras, después de su Romancero sin Nombre, Nicanor, recién regresado de su postgrado oxforiano, publica sus Poemas y Antipoemas. Poco después se encuentra con Neruda en la Isla Negra.

- Tú no eras poeta, Nicanor, - le preguntó Neruda rascándose la nariz, - ¿Qué hiciste?

Nicanor sonríe maliciosamente recordando su respuesta:

- No quise reconocer que, leyendo en Inglaterra esos versos de John Donne, “muerte, donde está tu victoria”, comprendí la esencia de la poesía.

Dicho sea de paso, Nicanor también inscribe su nombre en el origen de las acciones y documentos que provocaron el tránsito de la poesía mapuche de étnica a universal, tránsito que encabeza Elicura Chihuailaf.

Violeta también viaja a Europa, pero, dice Mónica, no lo hace para aprender, sino para mostrar. De hecho parece que sólo visita el Louvre para convencer a su director de la necesidad de realizar aquella histórica, inolvidable, consagratoria exhibición de sus obras en el museo más importante del mundo.

La novela que nos ofrece Mónica resulta tan vital y asumida del carácter de su protagonista que a esta altura del relato, su prosa comienza a sonar con el ritmo de las décimas, métrica favorita de Violeta.

Roberto, por su parte, viaja a San Antonio persiguiendo a su Negra Ester, que más tarde se convertiría en una obra teatral señera y marcadora, origen de un nuevo teatro nacional; mientras Eduardo, enamoradísimo también, intenta suicidarse en Buenos Aires.

Pero más que contar estas parranécdotas, que el libro de Mónica lo hace mucho mejor, sólo quería recordarlas para señalar algunos factores que me asombran. Cuatro hermanos, nacidos en provincia, sometidos a la pobreza, herederos del idioma de la barriada pero alimentados por la cultura tradicional, se las arreglan con el correr de los años para dibujar un eje claramente original, inseminatorio o gestatorio, si usted quiere, en el desarrollo de una cultura nacional, creando cada uno de ellos, sea en poesía, plástica, música, espectáculo o teatro (o todas juntas), un arte que deja de ser familiar para nacionalizarse como definición de nuestra palabra, de nuestra imagen y nuestro sonido.

Y quizá tampoco sea una simple coincidencia que los Haigh Bass, en inglés, Jaivas en chileno, herederos directos de alguna de estas líneas creativas, sin tener parentesco alguno, también respondan al apellido Parra.

Es que los Parra ya son de Chile.

Pero no sólo de Chile. Este notable libro de Mónica presenta al lector la visión de una Violeta tan humana, vital, poderosa, admirable y llevada de su idea, que resultó capaz de proyectar sobre el mundo entero un arte que de una u otra forma resume, y hasta diría define, el carácter oculto de nuestra nacionalidad, ese origen mixto, indio y europeo, del barrio y del mundo, que es parte esencial de nuestra originalidad, de lo grande y lo pequeño que somos, en una proporción que es esta nuestra, infinita hacia un pozo que es el fondo sagrado de nosotros mismos, agregaría parafraseando a Juan Ramón.

Gustavo Frías

En la República Independiente de Las Cruces de El Tabo,

durante la primavera del Bicentenario.

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