"El amante sin rostro" (Jorge Marchant), "El inquisidor" (Gustavo Frías), "Una loica en la ventana" (Guillermo Blanco), "El fumador y otros relatos" (Marcelo Lillo), a mi juicio, las ficciones locales más destacadas de este año.
Enlace artículo original: http://diario.elmercurio.cl/2008/11/23/artes_y_letras/artes_y_letras/noticias/c1dff58e-e58e-47dd-aefa-40cf297fb46a.htm
lunes, 24 de noviembre de 2008
Camilo Marks: El buen momento de la narrativa nacional
Etiquetas: Novela El Inquisidor
Chile: indígenas y mestizos negados. Gilda Waldman Mitnick. (Extracto)
Gilda Waldman Mitnick
Gilda Waldman Mitnick es una renombrada socióloga chilena. Obtuvo su licenciatura en la Universidad de Chile y la maestría en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha completado el doctorado de Sociología en la misma institución y la especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana.
Ha colaborado con ensayos, traducciones, críticas y reseñas en la Revista de la Universidad y Casa del Tiempo, como asimismo en otras publicaciones periódicas, y es colaboradora en Radio UNAM con el programa "Por el sendero de los libros, los autores y los lectores".
Es autora de varios libros, como por ejemplo "Melancolía y utopía".
Extracto: "Chile: indígenas y mestizos negados."
...Al mismo tiempo, algunas interesantes voces literarias, ajenas a una “literatura rubia, burguesa y europeizada que excluye los discursos no blancos, mestizos... abierta a la heterogeneidad racial y social”, levantan una voz crítica, cuestionando profundamente la relación de los chilenos con su pasado y reconstruyendo las huellas perdidas de las figuras que perturbaban la “línea única” de la historia oficial.
En esta línea, cabe destacar una novela muy reciente, Tres nombres para Catalina, en la que el escritor Gustavo Frías privilegia la dimensión mestiza para comprender a una de las mujeres más legendarias, misteriosas y temibles de la historia chilena, no sólo por su hermosura y riqueza sino por su leyenda de “bruja asesina en pactos con el diablo”: doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, la Quintrala (1604?-1665).
Descendiente de abuelos indígena y español, encarnación de la oligarquía criolla y del linaje mapuche, rica en tierras, esclavos y dinero, transgresora en una sociedad que prohibía la expresión de la sexualidad, y acusada de innumerables crímenes y torturas, la Quintrala se convirtió en el símbolo negativo del discurso fundacional con el que se construía y consolidaba, desde mediados del siglo XIX, un proyecto de país y una identidad nacional “civilizados” y ajenos a la presencia indígena.
A diferencia de la perspectiva liberal, que asumía que era la ascendencia mapuche de la Quintrala y su mezcla de sangres lo que la inducía a cometer los crímenes de los que se la acusaba, Gustavo Frías presenta una mirada alternativa, sugiriendo que el mestizaje de Catalina de los Ríos y Lisperguer constituye una parte oculta, pero siempre presente, de la identidad nacional.
Al subvertir los códigos en los que se ha ubicado tradicionalmente a la Quintrala, Frías no sólo reivindica la figura de una mujer que por rebelde, independiente y mestiza fue condenada por el poder patriarcal homogeneizador y excluyente de la época colonial. Al negar el valor peyorativo del mestizaje, el autor reconstruye a un ser cuya inteligencia, pensamiento y acciones provienen, precisamente, de su compleja raigambre mestiza.
En este discurso alternativo, Catalina de los Ríos y Lisperguer —la mujer fatal, apasionada y terrible que asesinaba a sus amantes y torturaba a sus criados— aparece como la fundadora de una nueva estirpe de mujeres, que reivindica su herencia materna mapuche, reconoce su sangre indígena y se enorgullece de su herencia múltiple, lo cual no sólo la distingue del resto de una sociedad que niega sus raíces indígenas, sino que la transforma en una mujer más libre, menos temerosa y más dispuesta a romper las reglas impuestas con sangre por los europeos.
En contraposición con la visión que la asociaba con los males que traía el pueblo mapuche a la cultura —primero colonial y luego nacional—, para Frías en la Quintrala se encierra el mestizaje de españoles y mapuches, representando un símbolo de identidad para las dos culturas. Pero al mismo tiempo, a través de la voz de Catrala, como se la designó en su infancia, esta novela muestra un fresco de la sociedad chilena colonial, repleta de vicios, complejos, hipocresías y arribismo; se sugiere que ya en esa época, y desde la negación del mestizaje, se configuraba el germen de lo que más tarde sería —y seguirá siendo— la peor cara de la así llamada “identidad nacional”.
Enlace Documento Original: http://scielo.unam.mx/pdf/polcul/n21/n21a07.pdf
Etiquetas: Novela Saga Tres Nombres para Catalina