martes, 25 de septiembre de 2001

Orígenes. Una Visión Novecentista

Extraído de Los Lisperguer y la Quintrala. Episodio histórico-social
Escrito por don Benjamín Vicuña Mackenna.
Santiago de Chile, Enero 15 de 1877.

"Entre las tradiciones y leyendas de pasados siglos que ha conservado indelebles la memoria de las generaciones, existe una, sombría, terrible, espantosa todavía, y digna por lo mismo de ser investigada y de ser sacada a luz.

"Esa tradición es la de la siniestra Quintrala, la azotadora de esclavos, la envenenadora de su padre, la opulenta e irresponsable Mesalina, cuyos amantes pasaban del lecho de lascivia a sótanos de muerte, la que volvió la espalda e hizo enclavar los ojos al Señor de Mayo, la Lucrecia Borgia y la Margarita de Borgoña de la era colonial, en una palabra.

"Esa tradición existe viva, manando sangre todavía.

"Pero no se sabe más de esa tradición que lo conservado en su nebulosa memoria: azotes, voluptuosidades sangrientas, sacrilegios, orgullo, impunidad, y por último la imagen de aquella reo del infierno suspendida a su puerta por un cabello, que es el resumen popular de la leyenda de la Quintrala, tal cual se contaba hace treinta años en la cuna temblorosa de los niños.

"Eso es todo.

"Más allá comienza la duda, la oscuridad, la ponderación, el horror.

"¿Quién era en efecto esa mujer? ¿Existió en realidad en nuestro suelo, o es un mito extranjero, transportado a Chile, de los cuentos de brujos que componían la antigua biblioteca de la niñez y de la plebe? ¿En qué siglo vivió? ¿De dónde procedía? ¿Cuáles fueron sus mayores crímenes? ¿Quienes sus víctimas más señaladas? ¿Cómo vivió, en fin, en nuestras ciudades, acaudalada o menesterosa, aristócrata o pechera, esposa o arpía? ¿Y cómo desapareció al fin de la escena de sus delitos y de su poderío social casi sin límites?

"He aquí lo que parecería hoy imposible desenterrar de la bóveda de las tumbas, del fondo de carcomidos protocolos, de las arcas en fin en que las patricias familias de Santiago suelen guardar junto con sus tesoros, los documentos preciosos con que será dable reconstruir alguna vez la vida social de nuestro pueblo.



"Pero nada está reservado bajo del sol a la buena voluntad y a la labor. Y por ésto creemos presentar hoy una investigación no sólo completa sino documentada de la vida, hechos, crímenes y costumbres de la famosa doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, una de las más encumbradas damas de la aristocracia de Santiago en el siglo XVII, y cuyo parentesco, cercano o remoto, no podría hoy repudiar ninguna casa solariega del Mapocho, sin incurrir en la terrible sentencia que sobre el particular lanzó el más famoso de nuestros genealogistas cuando dijo: "En Santiago, el que no es Lisperguer es mulato".


"No queremos hacer cuenta abultada del trabajo que esta empresa ha podido costarnos. Bastará decir, que ni uno solo de los cronistas e historiadores, tanto antiguos como modernos, ha mencionado siquiera el nombre de esta mujer, que desde hoy pasará a ocupar un sitio preferente entre los más notorios y abominables delincuentes de cualquier país del mundo, pero cuyas riquezas y levantada alcurnia han parecido hasta aquí suficiente amparo para su memoria en esta tierra olvidadiza y sin escuela social, de los ¿quién sabe?, de las indulgencias sencillas o plenarias y de los cobardes pero seculares egoísmos que se llaman todavía "compromisos".

"Acostumbrados nosotros a afrontar las pasiones y las iras de los vivos, no nos ha parecido empresa de romanos penetrar en los sótanos, en que bajo la mortaja de San Agustín, duermen todavía, en la iglesia que fundaron, aquellos memorables Lisperguer, abolengos forzosos de esta gran ciudad, de sangre azul, amortajada en su orgullo, pero no en su virtud.

"Y así como sin pasión ni propósito de secta iremos vengando el pasado, depurándolo, así correrá la pluma feliz y casi ufana al trazar las páginas honrosas de esa extraña raza, generatriz de la nuestra, que produjo a la vez héroes y monstruos, ángeles y arpías. Porque desde ahora mismo anticipamos que el ilustre Juan Rudulfo Lisperguer, el héroe y mártir de Boroa, era tío de doña Catalina, y fue sobrina suya otra noble dama que llevó su nombre y que mereció ser llamada "la Santa Rosa de Chile", doña Catalina de Amaza y Lisperguer.

"Por otra parte el presente estudio no será solo un episodio aislado, un rasgo biográfico de la era colonial: es un cuadro más o menos imperfecto y mal bosquejado, pero fiel y curioso de esa misma era. No es, por dicha, doña Catalina de los Ríos un tipo en la vida tenebrosa de nuestros mayores, pero sí en los accidentes que rodearon su cuna. En su educación, en su vida encomendera y cortesana, tiene de seguro algo que aprender el historiador y un poco que meditar con provecho y enseñanza el filósofo social.

"Es cosa, en verdad, generalizada y vulgar en nuestra afamada sociedad moderna, la creencia de que la ya olvidada, antes de ser conocida, existencia de nuestros antepasados, fue como un letargo y una mortaja, el sueño, el llanto y el silencio de tres siglos, vida de penas, de inercia, de dolores mudos y prolongados, perdida entre plegarias y disciplinas, cual si nuestro lóbrego pasado hubiese sido solo un purgatorio y sus pobladores ánimas en pena.

"Pero apenas toca el estudio esa vara yerta y monótona, cae al suelo su sudario, y aparecen por la grietas de la losa las vislumbres de apariciones que poco a poco cobran vida, y forman al fin el extraño y sombrío conjunto de una sociedad que ha sido sepultada con pasiones, virtudes, heroísmos y crímenes iguales a los nuestros y aún mayores.

"Es ésto lo que nos proponemos demostrar en esta página, contando con llaneza la historia de la más famosa, más ilustre, más emparentada y a la vez más extraña y siniestra familia que haya vivido en este pueblo de familias. Aludimos a aquellos renombrados Lisperguer que ocuparon con su poder, su opulencia, su belleza, su heroísmo y sus horrores un siglo entero de nuestra colonia, que se desvanecieron y dispersaron en la decadencia durante otro siglo, y de quienes el conocido rey de armas de Santiago y triunviro de la revolución, decía como sentencia de su cabalística ciencia que habían distribuido su sangre en todas las castas nobles de Chile ni más ni menos como nuestros caudalosos y azulados ríos reparten sus aguas en canales, acequias y regadores. Las familias que no tienen sangre de los Lisperguer, son familias de rulo.

"Nosotros, sin embargo, no vamos a estudiar ni a contar la vida de aquella aristocrática raza, mitad alemana, mitad indígena, a la luz de los blasones, sino de la filosofía social e histórica que sus cruzamientos domésticos y su influencia política marca, porque la leyenda de esa familia es la vida verdadera de la colonia y de su siglo.

"¡Y qué siglo! El siglo de la gran rebelión; el siglo del gran terremoto; el siglo de los duelos sangrientos en la plaza pública por feudos domésticos; el siglo de los claustros con sus riñas y sus milagros, sus escándalos y sus santos; el siglo en fin, del crimen feudal, místico e impune, que personificó en su ser aquella memorable Quintrala, suspendida todavía a las puertas del eterno castigo y cuyos días, tan oscuros como sus delitos, vamos hoy a contar por primera vez a los chilenos y especialmente a los santiaguinos, con la austera verdad de los archivos.

"Para dar camino a ese propósito y marcar las diferentes fases de la existencia de esta raza ya extinguida dividiremos nuestro relato en diferentes cuadros, pero vaciados todos sobre un solo lienzo. De esta suerte, sin fatiga para el lector, se desenvolverá a su vista un dilatado panorama, a veces fantástico, a veces horrible, pero siempre verdadero.

"Que no sea por tanto la curiosidad satisfecha del lector el único galardón de esta tarea, pues en mucho mayor estima tenemos el que la gente estudiosa comience al fin a preocuparse del pasado, a fin de darse cuenta cabal de cómo hemos llegado a ser lo que hoy somos, y tal cual somos, con nuestras pocas virtudes, y seguidos por cohorte numerosa, más no incurable, de imperfecciones sociales y políticas.




"Mas, no deseando anticipar dato alguno de importancia a su educación oportuna en el breve relato histórico que emprenderemos, nos limitaremos a señalar aquí ligeramente las principales fuentes de que hemos derivado nuestra composición, porque esta nomenclatura nos permitirá dos cosas de utilidad y cortesía a un propio tiempo.

"En la primera, agradecer la bondad y franqueza de las personas amigas que sin reserva alguna nos han franqueado sus papeles de familia.

"Es la segunda, la de dejar señalados en la portada de esta relación los documentos principales a que en el curso de su desarrollo haremos referencia.

"Los orígenes de esta relación completamente justificada hasta en sus más ligeros detalles, son en consecuencia los siguientes:

I El archivo general, donde entre millares de mamotretos ha sido posible descubrir algún documento precioso, tal como el testamento auténtico de doña Catalina de los Ríos y otros.

II El archivo de la curia eclesiástica, en cuyos armarios existen no menos de seis testamentos de los doce que otorgó de la familia Lisperguer.

III La Historia de Chile (inédita), escrita por el padre Diego de Rosales, en la que se registran algunos servicios públicos de los primitivos Lisperguer.

IV La Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Amaza y Lisperguer, por el canónigo Bermúdez, obra rara, impresa en Lima en 1821. Obsequio del señor Mauricio Cristi.


V Papeles de la familia Cerda, actual poseedora del vínculo de las haciendas que fueron de doña Catalina de los Ríos en el valle de La Ligua y que debemos a nuestro amigo José Nicolás de la Cerda.


VI Papeles de la familia Hurtado de Mendoza, de cuyo exámen somos deudores a la cortesía de señor José Nicolás Hurtado.


VII Papeles de la familia Cortés y Azúa que debemos al comedimiento de su último representante, el señor Escipión Cortés.


VIII Papeles de la familia Recabarren en posesión del señor Don Diego Echeverria y Recabarren.


IX Papeles diversos en posesión del señor Don Francisco de Paula y Figueroa, especialmente sobre la familia Flores Lisperguer.


X Papeles diversos, en posesión del señor Luis Montt, especialmente sobre la cacica doña Elvira de Talagante, fundadora de aquella familia.


XI Papeles inéditos del obispo Salcedo, en posesión del señor don Crecente Errázuriz.


XII Correspondencia inédita del gobernador de Chile, don Alonso de Rivera con el rey de España, extraída del Archivo de Indias.


XIII Colecciones varias de documentos inéditos que existen en nuestro poder.


Nuestras citas del texto, se referirán, por tanto, a estos orígenes a menos que señalemos una fuente especial y distinta, lo que tendremos cuidado de anotar en el lugar oportuno".

sábado, 25 de agosto de 2001

La Nación - 2001

"Lo tiene todo calculado, pues nada se le escapa aunque parezca descuidado. Es que Gustavo Frías es un creador asistémico, marginado de los cánones tradicionales que rigen la profesión de autor literario [...] hombre inquieto y eléctrico, posee dos dínamos en el cuerpo: uno en el cerebro, porque calcula medidamente sus pensamientos y otro en el corazón, pues la pasión que irradia cuando habla de Catalina de los Ríos y Lisperguer, la Quintrala, es capaz de entusiasmar a una piedra".

Willy Haltenhoff, La Nación

Introducción

"Toda novela es histórica", asegura Saramago. De acuerdo. Pero Tres nombres para Catalina no es propiamente una novela histórica. Su narración dramática utiliza acontecimientos producidos a lo largo de unos 65 años de historia, que resume en solo uno. Éste podría quizás ubicarse entre 1614 y 1629.

Tres nombres para Catalina es un cuento de esos que se forman en la imaginación de uno, cuando va juntando desordenadamente en la memoria, antecedentes a lo largo de muchos años de escuchar y leer, de vivir y recordar, porque finalmente, como afirma Jaime Bolaño "el compromiso del escritor es con la literatura, no con la historia".

Si alguien pidiera una definición, esta novela es, como dice Enrique Vilas-Matas, un circuito abierto de memorias robadas; o, como pretende Jorge Edwards, un intento para "salir del propio yo y construir mundos novelescos objetivos, variados, completos, que puedan levantarse frente a la realidad real como realidades ficticias totales, elaboradas con intención totalizadora".

Quién lea cualquiera de los tomos que constituyen la saga Tres nombres para Catalina, sea Catrala, La doña de Campofrío o Quintrala, descubrirá una preocupación constante por la citación culta y/o la lectura polémica. Ello se debe a la conciencia de la dimensión narrativa de toda escritura que se supone histórica y propone un desafío a los que rechazan la posición reconstructiva. Es cierto que nadie puede reconstruir el pasado que fue tal como fue, porque todos carecemos de objetividad frente al pasado. Pero hay una forma propuesta por Roger Chartier, pasado compuesto, que se usa para designar que hubo un pasado, hubo una realidad, hubo gente que actuó en ese pasado, y nosotros nos enfrentamos a la necesidad de componer ese pasado, construyéndolo.

La necesidad socio-cultural de presentar una saga como ésta, la expresa perfectamente Claude Lévi-Strauss al asegurar que "en las sociedades occidentales, sigue habiendo un campo que tiene aproximadamente el mismo valor que el del mito en las sociedades arcaicas: la Historia. El modo de percibirla y comentarla nos permite todavía recrear el pasado, comprender el presente y conformar el futuro". Porque, dígame usted, ¿quién es más real para nosotros, en la actualidad, el conde duque de Olivares o Sancho Panza? ¿Cervantes o el Quijote? La obra que ponemos en manos del lector es un verdadero cuento de la historia.

¿Y por qué escoger los albores del siglo XVII, primer período colonial, para el desarrollo de esta saga? Una buena razón fue la atracción que, hasta el día de hoy, ejerce su protagonista, doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, la Quintrala, pero no fue menor el hecho de que en ese mismo momento se estén creando las constantes culturales de una nueva sociedad, las huellas digitales de una nueva identidad. Jorge Gissi Bustos interpreta y cita algunos conceptos desarrollados por Octavio Paz: Hispanoamérica, afirma el mexicano, comienza con rupturas y negaciones donde la soledad es semantizada como desarraigo y orfandad. El pasado míticamente anterior al desarraigo se absolutiza, es el ‘todo’. Las capas históricas indígenas, españolas, africanas, europeas, mestizas, se superponen y se mezclan sin armonía. No hay síntesis ni encuentros, sino dominaciones sucesivas que complejizan y oscurecen el desarraigo y a los desarraigados.

Los mexicanos, dice Paz, buscan su filiación, su origen. Ésto es, quieren reencontrar su identidad y/o su felicidad en el pasado. El mito del desarraigo de un pasado ideal crea nostalgia, un bloqueo del futuro y el sentimiento de impotencia ante el presente. Pero este mito no funciona igual en toda América Latina. Hay países, como Chile, que niegan su pasado, no lo idealizan y se hacen vulnerables entonces a la ideologización del futuro. Tres nombres para Catalina intenta recuperar la época en la que el diálogo cultural se convierte en la hipocresía nacional. La historia pasada está presente, también en sus conflictos.

En este punto debo hacerme eco de las palabras de Valerio Massimo Manfredi: "He puesto en la novela todo lo que aprendí como estudioso profesional. La parte creativa reinventa la atmósfera, el aroma, las relaciones personales, los diálogos. Ningún ensayo científico contiene tanta información como esta novela, construída como un diorama, un holograma, una imagen multidimensional. No me refiero solo a los personajes y los acontecimientos, sino al mundo: el paisaje, el clima, los animales, los objetos de uso cotidiano, las armas, los vestidos, las comidas y los perfumes, la literatura y el arte, la música y las canciones infantiles, los proverbios y juegos de salón, el sexo y la ciencia, la técnica y la religión. Así, espero que el lector tenga la posibilidad de convivir con los personajes en el espacio virtual de la narración".

Solo que para el lector de esta saga el espacio virtual de la narrativa resultará bien real en la geografía. El santiaguino irá encontrando hitos, esquinas, objetos, mojones y costumbres conocidos en la ciudad actual. Simultáneamente y del mismo modo, el lector irá encontrando figuras literarias reconocidas como frase histórica o cita de alcurnia. Lo mismo ocurrirá con alguna de las líneas narrativas menores, basadas en autores, petites historias de alcoba, anécdotas y mitologías indígenas o europeas.

Al respecto recuerdo una frase de Joe Dante citada por Alberto Fuguet: "En el cine, como en todo arte, nada es gratuito y cada secuencia de una cinta es el producto de miles de películas anteriores". Lo mismo puedo decir de Tres nombres para Catalina, hasta el punto que en algún momento de su redacción llegué a pensar en la apropiación instantánea o, mejor aún, esa extraordinaria forma de creación clásica, el clásico centón, un remiendo de escrituras de distintos orígenes, actualizado por el cut and fold de Byron Gysin, fomentado por las estéticas del collage y las facilidades del cut and paste de este software que estoy usando. Finalmente, si Homero es el único verdaderamente original, creo que ello se debe solo a que desconocemos a los autores anteriores. Le agradezco explícitamente en estas páginas a algunos autores que tengo conciencia de haber saqueado para la trabazón de ‘esta novela.

Así, homo perversio que medra en la reclusión, mulier idem, dejo encargados a su lectura las páginas impresas de este ciclo de memorias refundidas, donde no importa si el recuerdo proviene de la leyenda, de la invención o de la historia. El solo hecho de recordarlo quiere decir que forma parte del acervo mental con que identificamos ese hecho y de pasada, nos identificamos a nosotros mismos.


Gustavo Frías

Las Cruces, 2001